viernes, 29 de junio de 2012

LA FIEBRE DEL ORO. DAWSON CITY.



La fiebre del oro, The Gold Rush, en eso ando metido ahora de lleno. Esta larga e interesante parte de la HISTORIA domina y condiciona todo este vasto territorio del Yukón Canadiense. Principalmente porque si no hubiera sido por el descubrimiento de oro en el río Klondike en 1898, el rastro humano seguiría sin existir por estas inmensas soledades. Solo decir que acabo de atravesar la frontera de Alaska con Canadá (curiosa frontera)...



... tras emplear tres días enpalmando varios buses que iba descubriendo a medida que avanzaba, ya que los transportes en esa zona han dejado de existir desde que todos los turistas que aparecen por aquí vienen más o menos así...



La cuestión es que para los pobres tipo yo no existen líneas regulares que crucen estos miles de kilómetros que separan la minicivilización de Alaska con la civilización canadiense que comienza, más o menos, en Whitehorse, que es desde donde escribo. Para que os hagáis una idea de las medidas, estuve dos días por caminos (entre ellos la llamada Autopista más alta del Mundo, que es de tierra) atravesando los terrenos que asoló un incendio hace ya 11 años. Pues este incendio estuvo consumiendo árboles durante dos meses y en todo ese tiempo no se encontró con ningún núcleo humano. Imaginad un par de Españas sin pueblos, eso es más o menos esta inmensidad llena de vegetación y animales sueltos.
Y claro, en medio de todo esto, pues un par de espabilados desubrieron oro y esto originó el nacimiento de este nuevo mundo de tan solo 110 años. Y Dawson City, el destino final de los buscadores de oro, sigue fiel a su pasado. De hecho, sigue igual que hace 100 años.


La historia, resumida, es más o menos así: en 1898 se descubrió oro en el río Klondike, justo en su desembocadura con el gran río Yukón, donde nació Dawson City. Esto, obviamente, despertó la codicia de medio mundo, así que el que pudo dejar atrás su anterior vida la dejó en busca de la fortuna. Pero había que llegar aquí en medio y absolutamente nada, ningún camino, ningún servicio existía. La gran mayoría de aventureros se embarcaban en puertos americanos y llegaban al pequeñísimo puerto de Skagway, en Alaska. Desde aquí tenían que remontar a pie el tremendo puerto del Chilkoot, cargados con todas sus pertenencias y alimentos (unos 500 kilos) para la travesía hasta Dawson City. Después de caminar cargados como mulas durante semanas, entraban en Canadá. Allí se construían ellos mismos unas balsas con troncos de árboles y comenzaban a descender el río Yukón desde Whitehorse. Les esperaban más o menos unos 700 km. de río hasta Dawson, meta que tenían que alcanzar antes de que el larguísimo invierno llegara y congelara sus aguas. Y una vez en Dawson, pasar sus días buscando oro, algo que todavía puede hacerse por 15 dólares al día en algunas minas que todavía arrojan el preciado metal...


... para después, tras saberse ricos, con los bolsillos llenos de oro, bajar de los solitarios campamentos a la ciudad del pecado, Dawson, la única "ciudad" de todo el Yukón canadiense en la que todavía es legal el juego en los casinos. Y aquí el oro cambiaba de manos rápidamente. Todos los vicios estaban esperando. Y esto era el oeste de verdad, sin leyes, sin reglas.
Así que todo este mundo que he estado visitando estos días no
existía hace 110 años, y quizá esto sea lo que le confiera tanta
extrañeza, tanta singularidad. Sin oro, no habría nada, porque realmente, a día de hoy, sigue sin haber nada.
Como los campos seguían arrojando oro, la ruta se modernizó y los barcos de vapor comenzaron a navegar el Yukón. En 1900 se inauguró el White Pass and Yukon Route, un tren que cubría los 160 kilómetros que distan desde el puerto marítimo de Skagway
hasta el río Yukon en Whitehorse, un tren que a los buscadores
que venían con algo de ahorros les ahorraba eslomarse subiendo las increíbles cuestas del paso Chilkoot.
Este mismo tren, pero en sentido contrario, es el que cogeré mañana para bajar al mar, a Skagway. El mismo tren se ha mantenido hasta el día de hoy porque ahora el oro somos nosotros, los turistas. En Skagway me subo a un barco que tarda tres días en llegar a Prince Rupert, de nuevo en Canadá. En este barco puedo plantar la tienda en la cubierta y dormir allí gratis, así que estaré 3 días más o menos alucinando, ya que voy a atravesar el Inside Passage (mirarlo en internet, por favor), cientos de kilómetros de canales rodeados de glaciares y con una fauna marítima, por lo visto, desbordante. Dicen que hay que ir apartando a las ballenas. 
Así que ahora estaré unos días en el mar, sin escribir, pero supongo que alguna fotico maja haré, así que hablamos cuando llegue a Prince Rupert.
Un beso gordo a todos. Y gracias una vez más a los que me escriben. A los demás, que os den...

jueves, 28 de junio de 2012

UN DÍA DE FERIA...


 


Pues sí. Un día de feria en Anchorage, la capital de Alaska de facto. Lo que pretendo transmitir es la sorpresa que supone asistir a uno de estos encuentros americanos 100% para un españolito de a pie como nosotros. Por lo visto se trata de una feria anual bastante parecida a las nuestras en cuanto a sus intenciones: vender de todo lo posible. Sin embargo aquí, por lo visto, toda feria que se precie debe contar con un auténtico despliegue militar, que a su vez también dispone de varias casetas para la propaganda. Aunque realmente no fuera necesaria, ya que los tanques y demás aparatos que llenaban las calles se explicaban por sí solos. Además los niños y las niñas podían disfrutar de lo lindo subiéndose a los artilugios y probando a ver qué se siente con eso de tener el dedico apretando el gatillo. Tras esta primera parte bastante estática, llegaba una segunda algo más movidita. Se trataba de los HERO GAMES, Los juegos de los Héroes, y aquí ya se podía ver en plena acción a los valientes soldados que competían contra los bomberos de Anchorage...


Después me acerqué a la sección musical y pude disfrutar de sonidos tradicionales...


y más adelante disfruté de la escultura alternativa...




y un poco más adelante me encontré con esto:



Sí, niños expuestos en la calle, jugando con arena.
Y enfrente este señor, mirándolos.






Y, ya de vuelta, los héroes habían cambiado de juego...



Bueno, lo que decía... ¿curioso, no?

viernes, 22 de junio de 2012

LA MONTAÑITA...



Pues sí, la montañita es esta. Los americanos la rebautizaron como McKinley pero los nativos la llamaban, y la llaman, Denali, "el más grande". Es el pico de mayor altitud de Norteamérica, 6194 m. Lo bestia es que los metros se ven todos así, sin intermediarios. Quiero decir que es muy rara la visión limpia de tantísima altura, una mirada sin obstáculos sobre 6 kilómetros en vertical. Por comparación, la visión limpia del monte Everest sería justamente la mitad, unos 3.000 m., ya que se puede apreciar en toda su magnitud desde el campo base, y eso ya está a 5.000 metros. Pero aquí, en la entrada del parque estás a 1.000 m., y ahí enfrente tienes 5.000 más, uno encima de otro, seguidicos. Impresionante.
Y bueno, de nuevo los adjetivos se quedan cortos porque es bastante fácil pasarte como horas y horas embobado mirando a tu alrededor. El parque nacional, para que os hagáis una idea de las dimensiones, es como de Barcelona a Zaragoza de longitud y como de Barcelona a Gerona de anchura. Y esto es solo un trocico de Alaska, mínimo. Todo está muy bien organizado, en esto los americanos saben. Hay una sola carretera de 145 km. que penetra en el parque y a la que solo se accede a través de unos autobuses  propios, el paso a los vehículos privados está prohibido desde hace 25 años. Así que podréis imaginar que hasta donde no ha llegado el "dominguerismo" el estado de conservación es bestial. No en vano, recorriendo esta carretera, tienes la sensación de estar viendo una película que todavía no se había estrenado. Y la ponen para tí. Creo que el adjetivo vírgen le va muy bien a toda esta belleza. El cauce de los ríos que aparecen por todas partes es de magnitudes desconocidas para mí. Las montañas en las que ya se ha evadido la nieve ofrecen mezclas de colores increíbles. Hay un lugar, el Polychrome Pass (a parte de mis fotos, buscarlo en Internet), que es sencillamente brutal.... y además, lo típico de estos lugares: osos (varios) con sus crías, alces a punta pala, caribús, carneros, cientos de marmotas curiosas que se acercan demasiado y, al menos donde me quedé a dormir, en el Wonder Lake, también viven todos los putos mosquitos del mundo. Menos mal que me traje la red de la cabeza que nos compramos cuando fuimos a Escocia. Allí, al final de la carretera del parque, acampado al lado del lago, pasé dos días. Abría la cremallera de la tienda y tenía  enfrente al Denali. Hasta él, una eternidad de bosques, lagos y montañas.

Por lo demás, me he fijado en algunas cosas:
- una mujer embarazada estaba comiéndose dos salchichas enterradas en mostaza. Solo mostaza.
- en la autopista, parados a causa de una caravana enorme, los motoristas se detienen donde les toca, detrás del coche que les precede. Increíblemente no adelantan por el anchísimo arcén y se ponen los primeros.
- en un mismo comercio se venden armas y se hacen préstamos. Como para entrar.
Un beso grande.
Aios.




POR MAR... Y POR TIERRA



Hola de nuevo, guapísimos todos, que es que sois más majos... Por fin, tras siete días explorando esos mundos del Señor, he vuelto a la civilización y a Internet.
Para empezar, comentar que, para aquellos que se intranquilizaron mínimamente ante mis palabras de añoranza y desconsuelo, tengo una buena noticia: ya estoy fino. Tranquilo. Era de suponer, pero perder de repente todos tus asideros afectivos, pues la verdad, fácil no es de asimilar. Pero el cerebro es plástico y listo (incluso el mío), así que ya se ha acostumbrado a esta nueva situación y estos días, por fin, atravesando las profundidades de Alaska, he podido sentir (lo que es sentir) la fortuna y el privilegio de poder hacer lo que estoy haciendo.
A lo nuestro. Este de la foto es mi CARRAZO, un Dodge americano 100% de cambio automático que me ha llevado cienes y cienes de kms. a través de este mundo verde, gris y blanco como a un rey. Gracias a mi compadre Pablo, el californiano, quien me derivó a su amigo Burt, el dueño de un negocio de alquiler de coches al que no creo que le dure mucho, viendo sus maneras de manejar el negocio. Para devolverle el coche he tenido que ir 4 veces, ya que nunca estaba y se limitaba a poner un cartelito en la puerta avisando de que había ido a limpiar algún auto. Me ha recordado al bar Nuri, cuando lo dirigía junto a mi socio Chacón. En fin, pura entrega al trabajo.
La primera parte de la semana motorizada la dediqué a recorrer la península Kenai, situada al sur de Anchorage. No me voy a molestar en describir los paisajes, porque la verdad es que no sabría. La cuestión es que se trata de unas proporciones descomunales a las que no estamos acostumbrados por allí y el alucine es, de nuevo, constante. No sé, mirad las fotos, aunque la verdad es que no hacen justicia.
Whittier es un desastroso minipueblo anclado en una bahía espectacular, con algún glaciar que se desparrama desde las nevadas montañas que la rodean. Lo curioso del pueblo es que, envuelto en toda esa maravilla, sus habitantes no se han molestado en generar artificialmente más belleza, así que curiosamente viven todos almacenados en un horrendo edificio tipo Bellvitge, como si se protegieran de algo. De este pueblo parten algunos cruceros que recorren los fiordos de la vecina Bahía Blackstone, la cual las guías aconsejan no perderse, y menos mal que hice caso. Tampoco es que hubiera visto muchos glaciares en mi vida, pero los tres que se visitan en las 5 horas de travesía vienen a morir directamente al mar y esa visión, realmente, es impactante. Y además, acompañando al paisaje, pues lo típico: focas, leones marinos, nutrias de mar, osos andando por ahí enfrente y ciento y un mil pájaros sin nombre para mí.
Dormí dos noches en una especie de camping gratuito en el que la única tienda era la mía. Estos americanos se mueven por centenares en unas caravanas ultra preparadas y a las que seguramente el Bicho debería echar un ojo (Pepe, dile que me escriba).
Después, más al Sur, llegué a Seward y más de lo mismo. Este inmenso océano entrando a bocajarro en una tierra que intenta frenarlo con unas montañas que, por su altitud, más bien parecen nevados diques de contención. Y de allí, al glaciar Exit, éste sí, colgado en lo alto de la montaña y al que se llega después de una maravilla de caminata de dos horas.
Y ahora, otro post del Denali.
Aios.  

jueves, 14 de junio de 2012

MI PRIMER ALCE...



Hola a todos. Antes de nada agradecer a todos los que echan una mirada de cuando en cuando a esto, y en particular a aquellos que me envían palabras hermosas. Gracias de verdad.
A lo que vamos. Como podéis ver, estoy en Alaska. En Anchorage, para ser más exactos. Y aquí mismo, al lado de la ciudad, ya hay esto, la inmensidad. Y sus habitantes, los bichos.
Ayer estuve todo el día medio atontado (más de lo normal) por varios motivos:
Primero porque ya he confirmado que los aviones, tantas horas en ese ambiente extraño, me genera una nostalgia de la  que se me hace difícil escapar, y comienzo a pensar en los que más quiero (mi familia... y después vienen todos los demás en catarata) y en qué coño hago aquí solo danzando por los aires. Pero el baño de naturaleza de hoy me pone las pilas y me doy cuenta de lo de siempre, de la cabeza nuestra, de cómo juega con nosotros, de su pasión por ser víctima.
Segundo porque, a parte del nuevo cambio horario (otras 4 horas menos que en España, ya son 10), aquí no se hace de noche. Bueno sí, desde las 12 de la noche hasta las 3 de la mañana atardece un poco, dicen, pero el sol está 19 horicas alumbrando, sin más (Fresa). Y ahora puedo dar fe de que estas cuestiones intangibles afectan con contundencia.
Y tercero porque ayer dediqué el día a preparar la visita y me he dado cuenta de que esto es bastante más caro de lo que pensaba. La hostia de caro, vamos. Menos mal que me he "amigado" con el californiano que me ha alquilado la bici (Pablo Antonio) y ha llamado a un amigo que me ha alquilado el coche para estos días a mitad de precio que el resto de compañías. Y su madre, también majísima, me ha invitado a que fuera a su restaurante para probar una quesadilla de salmón elaborada por ella misma que estaba cojonuda.
Y hablando con Pablo Antonio ha salido la cuestión del terremoto que están esperando desde hace un tiempo... y que a él tan poca gracia le hace.

En 1946, el mayor terremoto registrado en la historia (9,2 en la escala de Richter) tuvo su epicentro precisamente aquí y destruyó literalmente la ciudad. Curiosamente sólo hubo 9 víctimas, y digo sólo porque las fotos de la época muestran una ciudad hecha añicos, y con su 4ª Avenida, la que aún sigue siendo la principal de la ciudad, abierta por enmedio, arrojando al abismo abierto los restos de las casas destruidas. Engullido por el mar, el frente marítimo de la ciudad desapareció, y con él todo lo construido en la costa. Desapareció media ciudad. Y el posterior tsunami invadió las costas de toda Alaska, destruyendo varios pueblos de la zona.
Pablo Antonio me explica que Anchorage está situada en el inicio mismo de la falla de san Andrés, la cual baja paralela a toda la costa occidental norteamericana para finalizar en la baja California mexicana, una península que, según él, más pronto que tarde los terremotos desgajarán del continente, dejando a la deriva a todos los mexicanos que no hayan saltado a tiempo. Y tan asimilado tienen los alaskeños la cosa esta de los terremotos, tan frecuentemente los viven, que ahora mismo, y según estudios fiables de sismología, se ha de producir un seísmo devastador, el Big One le llaman, quizá de las pocas cosas que ya tiene nombre sin haber nacido. Y lo esperan tan tranquilos. Y esto a Pablo Antonio le pone nervioso. Él solamente viene en verano, ya que en California, cerca de Los Angeles, tiene otro negocio de alquiler de biciletas donde pasa los inviernos algo más seguro. Así que espero que el Big One este no aparezca estos días, también sería...
Por lo demás, he detectado lo siguiente:
-casi todos te saludan por la calle, a pesar de ser una ciudad de 300.000 habitantes. A priori, parecen gente sana. De hecho, se les ve sonreír a menudo.
-casi todos los pobres y gente de mal vivir que pasea por las calles de Anchorage tienen los portentosos rasgos inuit. Son los descendientes de las tribus nativas que vivían aquí antes de que llegara el progreso. Sus abuelos cazaban y pescaban en estas tierras descomunales y ahora sus nietos viven de la caridad. Y digo caridad porque al lado del hostel donde duermo se ubican unos barracones con un cartel en el que se comunica que de 12 a 1 del mediodía se sirve comida gratis. De la beneficiencia, vamos. Se llama Soup Kitchen, patrocinada por los hermanos de Jesús y con un lema irrefutable: con el estómago lleno y una mano amiga que te acaricie, es más fácil ver a Jesús. Al acercarme a ver de qué se trataba semejante cola, comprobé que se trataba precisamente de eso, de una cola de desahuciados esperando pacientemente a recoger un triste sandwich y un vaso de caldo caliente. Lo curioso es que la gran mayoría tenían acentuados rasgos esquimales.
En fin....

Bueno, mañana me voy hacia el interior, estaré una semanita más o menos. Voy al Denali (Pepe), a ver el McKinley, el monte más alto de Norteamérica. A ver cómo va.
Un beso.


lunes, 11 de junio de 2012

EL IMPERIO FUNCIONA... Y FUNCIONARÁ


Pues sí. El imperio marcha a toda máquina. A pesar de que en Manhattan los pobres de necesidad son bastante visibles y numerosos, por aquí la crisis ni se huele. No hay ni un solo restaurante o comercio en general en el que haya entrado en estos 5 días en el que no haya sido atendido en español por los hijos de los hijos de toda Latinoamérica. Y los sin nada siguen viniendo al imperio, ofreciendo a sus cachorros en el altar de la opulencia: Times Square... muchas luces que deslumbran.
Y así, como he comprobado estos días en Nueva York, aparte de la orgía de líneas rectas hay otra que es incluso más evidente: la orgía del consumo. Todas las calles están llenas de comercios y todos están llenos de gente. Gastando, no mirando.
En cuanto a lo que he visto o he dejado de ver, la conclusión es que se trata de un lugar fascinante. Al principio no lograba entender nada, pero tras esos días de confusión la visita ha sido un gustazo. Básicamente, porque vas flipando casi constantemente. Esta gente, al menos a mis ojos, vive en el exceso, supongo que a causa del tamaño y de la energía de esta ciudad.
Y a pesar de todos los prejuicios, me voy con la idea de que este americano (el de la ciudad considerada Sodoma y Gomorra en el resto del país) es buena gente. Por lo general, a grandes rasgos, he detectado lo siguiente:
-casi todas las mujeres viajan en el metro con los ojos cerrados.
-casi todos los negros llevan gorra.
-en solo la 5ª avenida hay más banderas que en toda España; y todas iguales.
-en varias ocasiones he visto a gente que se habla cordialmente sin conocerse. Interesante.
-a la policía le encanta detener a la gente que va en coche; hacen sonar la sirena y lanzan cuatro berridos por los altavoces hasta que el conductor se detiene. Entonces todos los turistas se paran a mirar, hacen fotos y graban al pobre desgraciado que, casi siempre, después del susto y de la repentina popularidad, se va tan tranquilo.
-y en general, abrir los ojos aquí es una maravilla.
He colgado algunas fotitos, para el que tenga unos minutos. Hay que clickar donde pone Mis Fotos.
Mañana vuelo a Alaska. Creo que será diferente.

viernes, 8 de junio de 2012

ASÍ ESTOY YO... (COMO ELLA)


Pues sí, así me he quedado. Asustado. Tras dos días pateando por sus calles solo puedo decir que New York es visualmente apabullante. No me detendré a intentar describir esta orgía de líneas rectas, pero puedo asegurar que es un paisaje que te golpea y te atemoriza. He caminado por varios barrios con nombres super super chulos, como Lower Manhattan, Soho, Tribeca, West Village, etc., y la gran mayoría de gente que camina por sus calles (a excepción de los millares de turistas) también visten y caminan super super chulos.
Todo es muy alto y acabas teniendo la sensación de que la vida de este lugar transcurre en las alturas, mientras que a ras de suelo la gente solamente hace fotos al cielo.
También he ido al MOMA (Museo de Arte Moderno) porque esta tarde era gratis. Y como su propio nombre indica, están expuestas un montón de cosas modernas e inservibles (a excepción de que pueden ser  fotografiadas).
Por lo demás, todavía ando deteniéndome varios minutos en algunas esquinas, impactado pòr lo de arriba y lo de abajo, sentándome y disfrutando simplemente de la ceremonia de esta exagerada ciudad.
Espero que mañana tenga más ganas de escribir, pero ahora ya estoy cansadico...
Un beso para tí.

jueves, 7 de junio de 2012

HE LLEGADO... Y BIEN

Hola a todos y todas. Ya estoy en NY y esto parece grande. Todavía no he visto nada, pero simplemente la impresión de ver por la noche los rascacielos con las luces encendidas ya me da una ligera idea de lo que se avecina. Ahora voy a aposentar el cuerpo y la mente en esta ciudad, así que ya sabréis de mí en breve.
Un beso enorme para todos...