La fiebre del oro, The Gold Rush, en eso ando metido ahora de lleno. Esta larga e interesante parte de la HISTORIA domina y condiciona todo este vasto territorio del Yukón Canadiense. Principalmente porque si no hubiera sido por el descubrimiento de oro en el río Klondike en 1898, el rastro humano seguiría sin existir por estas inmensas soledades. Solo decir que acabo de atravesar la frontera de Alaska con Canadá (curiosa frontera)...
... tras emplear tres días enpalmando varios buses que iba descubriendo a medida que avanzaba, ya que los transportes en esa zona han dejado de existir desde que todos los turistas que aparecen por aquí vienen más o menos así...
La cuestión es que para los pobres tipo yo no existen líneas regulares que crucen estos miles de kilómetros que separan la minicivilización de Alaska con la civilización canadiense que comienza, más o menos, en Whitehorse, que es desde donde escribo. Para que os hagáis una idea de las medidas, estuve dos días por caminos (entre ellos la llamada Autopista más alta del Mundo, que es de tierra) atravesando los terrenos que asoló un incendio hace ya 11 años. Pues este incendio estuvo consumiendo árboles durante dos meses y en todo ese tiempo no se encontró con ningún núcleo humano. Imaginad un par de Españas sin pueblos, eso es más o menos esta inmensidad llena de vegetación y animales sueltos.
Y claro, en medio de todo esto, pues un par de espabilados desubrieron oro y esto originó el nacimiento de este nuevo mundo de tan solo 110 años. Y Dawson City, el destino final de los buscadores de oro, sigue fiel a su pasado. De hecho, sigue igual que hace 100 años.
La historia, resumida, es más o menos así: en 1898 se descubrió oro en el río Klondike, justo en su desembocadura con el gran río Yukón, donde nació Dawson City. Esto, obviamente, despertó la codicia de medio mundo, así que el que pudo dejar atrás su anterior vida la dejó en busca de la fortuna. Pero había que llegar aquí en medio y absolutamente nada, ningún camino, ningún servicio existía. La gran mayoría de aventureros se embarcaban en puertos americanos y llegaban al pequeñísimo puerto de Skagway, en Alaska. Desde aquí tenían que remontar a pie el tremendo puerto del Chilkoot, cargados con todas sus pertenencias y alimentos (unos 500 kilos) para la travesía hasta Dawson City. Después de caminar cargados como mulas durante semanas, entraban en Canadá. Allí se construían ellos mismos unas balsas con troncos de árboles y comenzaban a descender el río Yukón desde Whitehorse. Les esperaban más o menos unos 700 km. de río hasta Dawson, meta que tenían que alcanzar antes de que el larguísimo invierno llegara y congelara sus aguas. Y una vez en Dawson, pasar sus días buscando oro, algo que todavía puede hacerse por 15 dólares al día en algunas minas que todavía arrojan el preciado metal...
... para después, tras saberse ricos, con los bolsillos llenos de oro, bajar de los solitarios campamentos a la ciudad del pecado, Dawson, la única "ciudad" de todo el Yukón canadiense en la que todavía es legal el juego en los casinos. Y aquí el oro cambiaba de manos rápidamente. Todos los vicios estaban esperando. Y esto era el oeste de verdad, sin leyes, sin reglas.
Así que todo este mundo que he estado visitando estos días no
existía hace 110 años, y quizá esto sea lo que le confiera tanta
extrañeza, tanta singularidad. Sin oro, no habría nada, porque realmente, a día de hoy, sigue sin haber nada.
Como los campos seguían arrojando oro, la ruta se modernizó y los barcos de vapor comenzaron a navegar el Yukón. En 1900 se inauguró el White Pass and Yukon Route, un tren que cubría los 160 kilómetros que distan desde el puerto marítimo de Skagway
hasta el río Yukon en Whitehorse, un tren que a los buscadores
que venían con algo de ahorros les ahorraba eslomarse subiendo las increíbles cuestas del paso Chilkoot.
Este mismo tren, pero en sentido contrario, es el que cogeré mañana para bajar al mar, a Skagway. El mismo tren se ha mantenido hasta el día de hoy porque ahora el oro somos nosotros, los turistas. En Skagway me subo a un barco que tarda tres días en llegar a Prince Rupert, de nuevo en Canadá. En este barco puedo plantar la tienda en la cubierta y dormir allí gratis, así que estaré 3 días más o menos alucinando, ya que voy a atravesar el Inside Passage (mirarlo en internet, por favor), cientos de kilómetros de canales rodeados de glaciares y con una fauna marítima, por lo visto, desbordante. Dicen que hay que ir apartando a las ballenas.
Así que ahora estaré unos días en el mar, sin escribir, pero supongo que alguna fotico maja haré, así que hablamos cuando llegue a Prince Rupert.
Un beso gordo a todos. Y gracias una vez más a los que me escriben. A los demás, que os den...