Juntos hemos cruzado México desde el desértico Norte, allá por donde Tijuana asomaba la cabeza, hasta esta eterna postal de agua turquesa, el Caribe jugoso y lujurioso. La última vez que escribí nos dirigíamos a Chiapas, una tierra invadida de selva que concentra una de las mayores poblaciones indígenas de toda América. Recorrer este lugar ofrece un espectáculo estético formidable, los colores y las facciones de estas personas que viven, literalmente, mamando de la tierra, engrandecen un paisaje que por sí solo te cautiva visualmente.
Desde Oaxaca, a orillas del revuelto y ardiente Pacífico, llegamos a San Cristóbal de las Casas una mañana de niebla tras haber viajado toda la noche en autobús. Esta ciudad se hizo mundialmente famosa en 1994 cuando fue ocupada por el EZLN, el ejército zapatista de liberación nacional encabezado por aquél tipo de rostro desconocido autodenominado subcomandante Marcos. Para muchos fue el resurgir del espíritu reivindicativo del Che, pero por lo visto la lucha se ha estancado, quizá precisamente por la falta de eso mismo, de lucha. Su objetivo era que personas como estas...
... tuvieran algún día la opción de desalojar de su rostro esa tristeza muda, la resignación ante lo que supone una vida dedicada exclusivamente a trabajar, cuya esperanza diaria es intentar vender estas migajas para poder seguir viviendo en el eterno círculo de la miseria. Un día tras otro, una vida tras otra. Al subcomandante Marcos no le faltaba razón. Desde la llegada de los españoles, a todas estas tribus de origen maya se les ha estado hostigando, esclavizando y humillando como si fuera lo normal... tan normal que hasta ellos mismos parecen haber aceptado su fatalidad como si fuera un designio de los dioses. Aquí los dioses, en teoría, son los impuestos por los jesuitas que "cristianizaron" estas tierras, aunque la realidad es jugosamente diferente. Es el sincretismo, la mezcla de ideas, de rituales, de oraciones, la unión entre la regulada ortodoxia cristiana y esa espectacular multiplicidad de dioses propia de las creencias prehispánicas donde la naturaleza cobra el valor que se merece.
Y tuvimos la suerte de visitar una de esas comunidades indígenas donde todo adquiere el sabor del pasado y de lo eterno. Fue en San Juan Chamula, un pueblo habitado por los tzotziles en el que el sonido que produce su idioma te transporta a lo que debían de ser aquellos tiempos anteriores a la conquista. En la iglesia está terminantemente prohibido hacer fotos ni grabar con vídeo, pero las imágenes que vimos permaneceran para siempre en mi memoria... lo primero es que los indígenas han traído la montaña al interior de la iglesia, de manera que todo el suelo del templo estaba ocupado por agujas de pino, el suelo de toda la iglesia lleno de vegetación... familias enteras se arrodillaban en el suelo, orando al patrón elegido, envueltas en el humo y el aroma de centenares de velas encendidas que, acompañadas del rumor de las oraciones, daban la sensación de penetrar en un pasado muy viejo, espectral. Los tzotziles rezan a sus dioses como sistema de curación; para ellos, acudir a la iglesia es como para nosotros ir al médico. Si una persona de la familia está enferma, todos acuden a la iglesia para intentar curarla mediante plegarias. La mano del lol, una especie de chamán que intenta guiar los rezos para conseguir la sanación, es la que retuerce el pescuezo del gallo para pasar posteriormente el cadáver del animal alrededor del enfermo y que así aquél absorba la enfermedad de éste. Después todos siguen rezando y bebiendo cocacola para eructar, ya que creen que de esta manera, eructando, también expulsan la enfermedad que su familiar ha contraído. Y todo unido, la oscuridad levemente rota por las velas, los rostros con la mirada clavada en la adorada figura del santo, los cuerpos arrodillados balanceándose, los gallos al lado del lol esperando a ser sacrificados... todo unido, digo, es de esas imágenes potentes que construyen una sensación extrema de perplejidad y de admiración, de saberte en un lugar especial, de sentir que estas cosas son las que justifican un viaje.
Como he dicho, Chiapas está inmersa en la selva y es uno de los lugares en los que todavía quedan sitios que no son frecuentados por el turismo de masas. Nosotros tuvimos la excepcional suerte de encontrarnos con dos viajeros del mundo que nos aconsejaron que, por nuestro bien, visitáramos Roberto Barrios, un lugar, al parecer, gemelo del paraíso. Todavía no aparecía en ninguna guía y, de hecho, Guillem y yo estuvimos solos las cuatro horas que gozamos en este edén...
... tan especial... el río se desparrama selva abajo durante varios kilómetros, formando multitud de estas increíbles cascadas.
Cuando nos íbamos del pueblo a bordo de la misma furgoneta en la que llegamos, tuvimos una de esas conversaciones normalmente llamadas interesantes. Roberto Barrio, en teoría, es un caracol zapatista, uno de
los 5 centros en los que se toman las decisiones y se organiza la política del
EZLN. Sin embargo, Marcel, un vecino de 52 años que bajaba al pueblo más cercano en la misma furgoneta y que llevaba toda su vida trabajando en el campo, difería de la común idea que tenemos en Occidente del zapatismo. Lo
primero que nos dijo es que ahora el zapatismo es lo que parece, es decir, que
no hacen nada y ha perdido casi todos sus adeptos, básicamente por su
inactividad, la cual ha sido aprovechada por el PRI
para acabar de darle la estocada definitiva. Marcel nos dice orgulloso que el
ejido hace ya 3 años que cuenta con letrinas, cuando antes tenían que hacer sus necesidades en el campo. Más placer le
causa contarnos que las casas del pueblo las ha pagado el gobierno; bueno,
mejor dicho el material. El PRI provee de todo lo necesario para la
construcción de las casas y la mano de obra corresponde al pueblo. Todos se
asocian para construir una y después otra y después otra y así…
Y finalmente nos cuenta que hace ya ocho años que tienen
carretera asfaltada, la misma que
estamos recorriendo bajo la intensa lluvia. Cuando esto sucedía antes, todo se
embarraba y tardaban días en poder salir del pueblo. Y así, gracias al PRI, Marcel ha satisfecho todas las
expectativas que tenía depositadas en el subcomandante Marcos y que tanto le ha decepcionado; de
hecho, no deja de repetir que ellos no han hecho nada de nada, solo pura boca…
Le pregunto si antes del levantamiento zapatista de 1994, el
gobierno omnipresente del PRI había
realizado alguna mejora en el ejido. Me responde negando con la cabeza, sin
palabras, como si estuviera pensando en algo.
Una de las cosas que más me ha sorprendido y fascinado de México es la naturalidad con la que enfrentan la muerte. Aquí, el día 1 de Noviembre, el día de Muertos, es festividad nacional y en estas zonas indígenas la celebración, que consiste en acompañar a los difuntos durante toda la noche en el cementerio, cobra los colores y los sonidos especiales de el pasado. Los cementerios están incorporados a la vida, sin muros que los aislen, sin nada que los separe de los vivos y de sus rutinas habituales...... ¿os imagináis una terracita para tomar una cervecita y unas bravas con estas vistas? Son suposiciones, pero creo que quizá el hecho de aceptar el final con tanta naturalidad confiere al mexicano este carácter alegre y desdramatizador, le obliga a estar más preocupado por el goce del hoy que del mañana.
Después de haber pasado unos días en los altos de Chiapas, a 2100 m. de altitud, abrigándonos un poquito por la noche, nos colamos directamente en el sudor y la humedad omnipresente de la selva para visitar Palenque, uno de tantos restos arqueológicos mayas que pueblan la península del Yucatán y que atestiguan que estas civilizaciones habían alcanzado un alto grado de evolución cuando los españoles los borraron del mapa. Las visitas al pasado de esta clase valen principalmente para dos cosas:
La primera, y más importante, es que desde lo alto de una de estas pirámides, contemplando a tus pies las viejas construcciones devoradas por la selva, puedes dejar volar la imaginación e intentar percibir el qué, el cómo y el por qué...
La segunda es constatar que todo lo que se sabe de ellos no son más que suposiciones; nadie sabe a ciencia cierta nada porque los conquistadores destruyeron todos los posibles códigos que actualmente servirían para interpretar las señales que todavía emiten las inscripciones y las esculturas que merodean alrededor de estas formidables pirámides. Así que finalmente tu propia imaginación es la que te da la respuesta más fiable...
Desde Palenque nos dirigimos hacia Guatemala para visitar solamente una parte, la selva del Petén, en la que está enclavada Tikal, ésta sí, una de las ruinas mayas más fascinantes. Para entrar en Guatemala tuvimos que cruzar el río Usumacinta, que propiamente actúa como frontera...
... a este lado, México, la otra orilla, Guatemala. Como comprenderéis, este no era el paso fronterizo más transitado, pero sí era el que a nosotros nos iba estupendamente... el cruce de fronteras siempre tiene algo de mágico, de extraño y, por estos lugares, de inquietante. De hecho, más tarde nos enteramos de que La Técnica, la pequeñísima población que nos recibió en la orilla guatemalteca, en realidad se llama Sociedad Cooperativa La Técnica y fue, durante la guerra civil que asoló al país durante 36 años, un pueblo
guerrillero que actualmente funcionaba como paso entre los dos países de todo lo ilegal, incluidos los inmigrantes que vimos allí sentados esperando con la mirada perdida su turno para cruzar el río; una mirada que suplicaba seguir manteniendo la suerte que hasta ahora les había acompañado en el largo viaje que ya llevaban a sus espaldas. Los precios para tener alguna opción de poder entrar en USA en las expertas manos de los "coyotes" mexicanos eran los siguientes: desde cualquier país de Centroamérica, 6.000 dólares; desde
Sudamérica 10 o 12.000 dólares… eso sí, el precio permitía a todas estas almas intentar alcanzar El Dorado en dos ocasiones, lo que da una dea de lo fácil que debe de ser que la vigilancia fronteriza de los USA los agarre en plena incursión y los expulse del paraíso. Fueron momentos en los que, una vez más, me sentí afortunado de haber nacido en la casa de papá y mamá, todo tan bien, tan ordenado, tan cómodo... yo tuve hasta un Xcalextric... estos son los niños de La Técnica y sus juguetes...
Y llegamos a Tikal... y fue impresionante… la selva se ha comido prácticamente todo lo que un día fue esta gran ciudad maya, pero lo que emerge por encima de los dientes da una idea de lo que se tenía que sentir desde aquí arriba, la pirámide llamada Templo IV…
... tuvimos la suerte de ser casi los únicos que estaban visitando las ruinas, así que la sensación de caminar por este lugar empapándote de la húmeda niebla, de la intermitente lluvia y de los extraños ruidos que emitían los animales de la selva fue fina fina...
También pudimos comprobar, gracias a los conocimientos del guía, que las pirámides mayas no dejan de ser más que un acto de autoreivindicación,
de ostentación de riqueza. Cada vez que una civilización pasaba por un período
de riqueza, el rey construía una pirámide más alta, y si el siguiente tenía más
dinero, pues construía otra aún más alta… en fin, como hoy en día.
... y después de esta visita de dos días a Belize, volvimos a entrar de nuevo a México, esta vez por barco, con destino a las playas del Yucatán. La primera parada la hicimos en Tulum, un lugar en el que dormimos en unas cabañas de las que, recién levantado, tardabas exactamente 15 segundos en llegar a bañarte en estas maravillosas aguas turquesas. Al lado teníamos las ruinas de Tulum, los restos de una ciudad maya enclavada en un paraje espectacular...
... estos tipos sabían dónde vivir, porque la cuestión no es que se hubieran asentado a orillas de estas playas, sino que a unos centenares de metros selva adentro comienzan a aparecer los famosos cenotes, una especie de piscinas naturales que se esparcen por la calcarea península y que me han ofrecido uno de los mejores baños hasta el momento...
... ya véis que la cosa está de bañarse. De hecho es lo que hemos seguido haciendo estos últimos 3 días que hemos pasado en Playa del Carmen, entregados fuertemente en cuerpo y alma a no hacer nada, básicamente a verlas venir, como se dice vulgarmente. Mañana salgo ya para Isla Mujeres, una pequeñísima isla situada justo frente a Cancún en la que por lo visto los peces extraños salen a saludarte a la playa. Después ya me voy a ver las pirámides de Chichen Itzá y vuelvo a San Cristóbal de las Casas para pasar allí el día de Muertos, algo que no me quiero perder. Y después ya entro definitivamente en Guatemala para cruzar el país maya por excelencia. Mi primer destino será Jaibalito, un minúsculo pueblecito a orillas del lago Atitlan en el que un alemán, un tal Hans, regenta un pequeño hotelito con ciertas energías y ofrece, entre sus servicios, clases de yoga tempraneras. Este lugar me lo ha recomendado un buen hombre que hemos conocido aquí en Playa del Carmen, un alemán que desde hace 15 años vive los veranos en Santander y el resto del año se dedica a viajar por los mundos estos...
Como final, me parece bastante explicativa esta fotografía acerca de la manera de viajar por aquí... esto está permitido, ojo...
Bueno, se acabó. Un beso gordo gordo para todos.