Pues sí, hace tiempo que estuve por estas tierras, pero a pesar de los años, la sensación que experimenté el día que vi por primera vez esta maravilla seguía intacta y sabía que, ante semejante paisaje, la emoción iba a volver a repetirse. Esta es la evidencia del paso del tiempo...
Si os fijáis bien, en la última foto también aparece el Bicho... hay que fijarse bien, obvio...
Al lado de mi gran amigo, en una época en la que éramos bebés, descubrí en este primer gran viaje que las alas que me habían entregado mis pedazo de padres tenía que usarlas, y que, a cambio de pelear un poquito con los miedos, la recompensa se presentaba extraordinaria. El gusto que me dejó aquella experiencia creo que ha sido la simiente para que ahora mismo esté escribiendo desde aquí.
Pasando la página nostálgica, he de decir de nuevo que todo ha cambiado. Incluso la ruta para acceder a la ciudadela inca. Ahora, si no quieres pagar los 300 euros que vale el viaje de 3 horas en tren desde Cuzco, o los 500 euros que cuesta recorrer el camino Inca durante 5 días de caminata, la ruta que se han inventado para los mochileros pobres es larga pero jugosa.
Desde Cuzco, un viaje en furgoneta de 8 horas remontando los valles andinos que acurrucan a la capital inca te permiten comprobar la magnitud de estas montañas. El camino asciende al puerto de Abra Malaga, de 4316 metros, para descender de nuevo a la selva que rodea la central hidroeléctrica de Santa Rosa. Desde allí, 3 horas de caminata a través de la exuberante vegetación te llevan hasta Aguas Calientes, el pueblecito que está a los pies de Machu Picchu apresado entre los muros verdes de los Andes y el ensordecedor y violento Urubamba...
Y allí, en lo que podía ser un idílico lugar pero que la inevitable masiva afluencia de turistas ha convertido en una contínua sucesión de tiendas, restaurantes y hoteles, se hace noche para poder soñar con lo que te espera al día siguiente. Es obligatorio madrugar y subir de los primeros antes de que llegue el tren de los ricos desde Cuzco y así poder contemplar en relativa soledad esta maravilla...
Y una vez allí, más que intentar comprender algo del todo incomprensible, uno se deja abrazar por el espectacular paisaje y camina, casi anestesiado, por las ruinas que se dejan penetrar y que te obligan a usar la imaginación...
Estar, ver y oler Machu Picchu se convierte en una experiencia impecable. Y creo que dura toda la vida.
¿Y qué decir de Cuzco?
Qosq´o, en quechua, significa el ombligo del mundo, y así la concebían los incas, como centro del universo y capital de su imperio. Cuzco, además, es la ciudad permanentemente poblada más antigua de todo el continente americano, lo cuál quiere decir que aquí la historia ha nacido, ha crecido y se ha multiplicado. Lo que queda ahora, sin dejar de ser espectacular, es lo que los conquistadores construyeron sobre los pocos restos que dejaron en pie. Aquí llegó Pizarro con unos cuantos hombres y unos cuantos caballos y se cepillaron en poco tiempo una cultura milenaria de la que no dejaron prácticamente rastro. Abajo, los muros incas, arriba, lo nuestro...
A pesar de todo, la arquitectura colonial española tenía un gusto refinado, nada que ver con el arte de los ingleses que ocuparon Norteamérica, y recorrer las calles de Cuzco y su magnífica plaza de Armas es otra experiencia de las que no se olvidan...
No he visitado los yacimientos arqueológicos que rodean a la ciudad, la gran mayoría de los cuales se encuentran en el valle sagrado; ya los conocí en su tiempo y creo que de piedras ya llevo unas cuantas.
De todas las maneras, la auténtica fascinación de estos lugares con una alta presencia indígena se encuentra, igual que en Guatemala, en sus gentes, sus colores, sus miradas...
Y, porqué no decirlo, en lo bien que se come en este país... las alpacas son muy bonitas...
... pero lucen más en un plato, a filetitos, o guisadas... me estoy poniendo morao de alpaca... y los ceviches, otra exquisitez...
Bueno, os había dicho que desde Manaos cogería un barco hasta la frontera de Perú. Mentira. Llegué a Manaos y, a pesar de casi saberlo, a parte del nombre no había nada más que valiera la pena. Lo único interesante fue ir en barco a ver el Encuentro de las Aguas, el lugar donde se juntan las aguas marrones del Amazonas con las oscurísimas del río Negro, una evidente línea divisoria que persiste durante 20 kilómetros hasta que el poderoso marrón del Amazonas engulle a la negritud del Negro... un lugar en el que se aprecia la magnitud de este inmenso río que bien podría ser mar...
Como tenía que esperar 3 días en esa megaurbe varada en medio de la selva a que saliera mi barco, y después 6 días a paso de tortuga cruzando la selva a un precio más elevado de lo que esperaba, hice cálculos y, gracias al consejo de un brasileño de Sao Paolo que estaba en el mismo hostel, compré por 80 euros un vuelo que convirtió esos 10 días en una hora y media sobrevolando la inmensidad verde de la Amazonia hasta Rio Branco. Así que, después de pasar un par de días a orillas del río Acre, entré en Peru definitivamente. Eso sí, sin abandonar la selva. Llegué a Puerto Maldonado y me metí un par de días a las profundidades del Madre de Dios. Hacer una visita a la selva se puede convertir, gracias a tus acompañantes, en algo muy divertido. Yo llegué al lodge en el que me iba a alojar casi oscureciendo...
Esa misma noche íbamos a ir a caimanear, es decir, avistamiento nocturno de caimanes. En el puerto de embarque conocí a los que iban a ser mis compañeros de aventura... por un lado, dos chicas de Lima que se quejaban ostentosamente de que los mosquitos les estaban picando en la cara y temían que les salieran granitos en la frente.. evidentemente les pregunté que por qué no se habían puesto repelente.. me respondieron que sí, que se habían puesto en todo el cuerpo, menos en la cara. Lo curioso es que todo su cuerpo, exepto la cara, estaba enteramente protegido por capas de ropa como si fueran a escalar un 8000, aunque la calor era sofocantemente tropical, como corresponde a la selva amazónica... por otro lado, una pareja de Cádiz, cuyo frío saludo denotaba que quizá sí que nacieron en Cádiz, pero que allí no habían vivido demasiado… sus trazas a la hora de subirse a la barca también los alejaba de lo que se entiende por aventureros.
Hay una cosa que hay que aclarar; dado el incremento del turismo en todo el mundo, cada vez son más necesarios profesionales que ayuden, en sitios inhóspitos tipo selva, a facilitar la visita a las hordas de turistas occidentales que queremos sentirnos un poquito Indiana Jones. Y como muchos profesionales de estos no debe de haber, pues ahora cualquier chaval que haya nacido por allí y sepa diferenciar un cocodrilo de un mono tiene trabajo asegurado como guía. Además cuentan con la complicidad del turista, generalmente un auténtico ignorante en estas cosas de lo salvaje.
Así pues nos montamos en la barca y los dos guías ya empezaron a decirnos que iba a ser muy difícil ver a los caimanes, pero que lo van a intentar.. llevaban dos focos que proyectaban un potente haz de luz.
Nos informaron de que si veíamos alguno, sería de los pequeños, y que de estos había de dos clases, el negro y el marrón... los guías manejaban datos de este tipo:
- Los negros pueden estarse días... (dudaba un poco) ¡o meses! quietos sin moverse...
Y volvía a enfocar con su linterna a la oscuridad.
Una de las limeñas preguntó que donde estaban los caimanes grandes...
-En el agua- contestó el guía.
Y volvía a enfocar con su linterna a la oscuridad.
Juan, el gaditano, preguntó:
-¿En qué se diferensian los negros de los marrones?
-Unos son negros... (silencio)...
-Y omnívoros - apuntó el otro guía -, comen peces, huevos, animales...
-¿Y plantas?- quiso saber una de las chicas...
Los dos guías se miraron y en ese momento decidieron que sí, que a los caimanes también les daba por las margaritas…
Finalmente encontraron un caimán de medio metro más o menos y, muy ágilmente, lo agarraron por el "cuello" y lo subieron a bordo para que nos hiciéramos las anheladas fotos. Las chicas querían tenerlo entre sus manos para parecer más aventureras, pero el guía les avisó que con ese miedo que les traspasaba la ropa tenían que tener mucho cuidado y agarrarlo bien, ya que si se les caía dentro del barco el caimancito intentaría escapar y morder todo lo que hubiera por delante. Yo lo veía venir, obvio. A la inútil no le duró el caimancito entre las manos más de 2 segundos... gritos de desesperación, saltos, desequilibrio de la barca y Mercedes, la gaditana, a punto de caerse al agua... el guía saltó sobre el animalito, lo bloqueó como en las películas y lo tiró al agua para lanzar después a la chica la misma mirada de recriminación con la que todos la estábamos mirando...
En ese momento, casi sin respiro, entró revoloteando en la barca un gorrión de cejas amarillas, según el guía.. dijo que lo agarráramos con cuidado, que venía a la luz y estaba
desorientado, pero el pajarito tuvo la fatalidad de acercarse a Mercedes... y ella, dominada ya absolutamente por el miedo, le dio un manotazo
que estampó al animalito contra el suelo de la barca. El gorrión quedó medio muerto, era evidente, pero el guía, un profesional, supo ver lo que nosotros no y decidió que podía volver a volar…soltó al gorrión al aire y el pobre pajarito cayó a plomo. Lo alumbraron con la linterna al tiempo justo de poder ver cómo las fauces de un caimán rompían el agua y engullían al gorrión de cejas amarillas de un solo bocado.
Omnívoros, doy fe.
Y aquí me hospedaba y estas eran las herramientas de trabajo en la selva...
Y, entre muchos animales que jamás había visto, destacaría esto... el ave prehistórica le llaman y es espectacular...
Y después, en uno de los viajes más bonitos que he hecho, de la selva me monté en el altiplano andino recorriendo unos paisajes apabullantes que transitaban desde la frondosa selva a la alta montaña, pasando por un puerto de 5100 metros a las faldas del Ausangate, para volver a bajar a la inmensa llanura de las llamas, alpacas y vicuñas.
Llegó Cuzco, Machu Picchu y ahora estoy en Chivay, la base para visitar el cañón del Colca, el segundo cañón más profundo del mundo solo superado por su vecino, el cañón del Cotohuasi. El del Colca tiene 3191 metros de profundidad y es donde mejor se pueden ver a los cóndores. Pero aún no he llegado. Llevo ya en Chivay 3 días varado... aquí he encontrado una paz y un ritmo muy alejado de los valles repletos de turistas de Cuzco..
Toda esta zona está llena de volcanes y eso significa aguas termales... ayer me di un paseo a un pueblo vecino, Yanque...
El volcán que se ve al fondo es el Ampato, que ha entrado un poco en erupción y por las mañanas se ve como sale el humo y se junta con las nubes. Para volver a Chivay seguí el camino que va junto al río Colca, en el que, siguiendo las instrucciones de los amabilísimos lugareños, se encuentran unas cuantas pozas termales naturales...
Y después, en Coporaque, a medio camino, me comí un menu de una sopa indescifrable y de segundo alpaca guisada con zanahoria, guisantes y yuca por 1,5 euros... este era el restaurante y los clientes...
Y después me encontré a esta niña que cuidaba a sus vacas y me dejó que le hiciera una foto...
Y mañana, creo, levantaré el ancla en dirección a Cabanoconde, que es desde donde mejor se ve el precipicio del profundo cañón.
Muchos besos a todos y escribirme, cabrones...