martes, 16 de abril de 2013

THIS IS THE END

Adiós, lindos y lindas... esto se acabó.
Finalmente he llegado a Ushuaia, la ciudad del sur de todos los sures de este planeta, a 1000 kilómetros de la Antártida. Ahora mismo se me hace muy difícil intentar transmitir algo con sentido. Los míos están todos trastornados por la emoción del fin, por la tristeza del fin, por la duda del fin.
El último tramo del viaje ha sido como buena parte de él, maravilloso. Desde Santiago de Chile hasta la Tierra del Fuego se extiende una tierra grandiosa y generosa que me ha enseñado algunos paisajes difícilmente creíbles.
Para salir de la isla de Chiloé volví a embarcarme en uno de esos ferrys que atraviesan fiordos prodigiosos cruzando la costa del Pacífico, rota por tanta montaña que entra y sale, desmenbrada en miles de islas rodeadas de aguas quietas de color de plomo. La travesía duró dos días. Fue como volver a Alaska. El paisaje me conectó con aquellos primeros instantes del viaje y  mi cerebro hizo el resto. En el barco viajábamos muy pocas personas. Una de ellas era este señor, Rigoberto Cárdenas.



Pude ver la vida de este hombre dibujada en las palabras que salían de su propia boca mientras constataba, una vez más, que éste es quizá uno de los mejores regalos que te da un viaje. Las personas del camino, su modo de vertirse sin miedo ante un desconocido que deja de serlo al decir esa palabra sin sentido: Adiós. Ya sé que nunca habrá un adiós, el adiós no existe... todo lo que te ha atravesado seguirá ahí dentro siempre, sin ningún adiós posible. Hablando con Rigoberto también experimenté la sensación de mirarme en un espejo que proyectaba una lejana imagen mía que iba a llegar con la misma rapidez y contundencia con la que se había presentado el final del viaje. Sin avisar, mientras vas sonriendo creyendo que el camino nunca acaba. Y también  sentí la imperiosa urgencia de vivir plenamente todo lo que quedaba situado ahí en medio, entre las dos imágenes separadas por el tiempo veloz, entre Alaska y Tierra del Fuego, entre el frío y el calor, entre el ahora y el hasta nunca.

Solo decir que difícilmente creo que vuelva a ser tan feliz como lo he sido en este viaje. Tendré que digerirlo una vez regrese... ahora no entiendo nada.

También me gustaría dar unas enormes gracias a todos los que me habéis leído y escrito; ha sido buena parte de la felicidad que me ha acompañado en la ruta.

Lo dicho, buen camino a todos. Feliz viaje.



domingo, 17 de marzo de 2013

BOLIVIA Y LOS SURES

Hola niños y niñas... acabo de llegar a Santiago de Chile, donde me voy a refugiar unos días en la casa de mi amigo Enzo... un refugio que necesito tras el impacto que han supuesto estas últimas semanas de viaje.
Desde que entré en Bolivia por el lago Titicaca, he vivido de nuevo uno de esos tiempos maravillosos del cual no eres completamente consciente hasta que todo cambia de nuevo, como siempre. He conocido a personas maravillosas, he compartido jornadas con algunas de ellas y, además, he atravesado uno de los paisajes más subyugadores que he visto en toda mi vida.
La cosa hoy va a ir rapidita, es decir, unas pocas fotos, alguna explicación precaria y a cascala...
Este es el Titicaca, el lago navegable a mayor altura del mundo, 3800 metros... aquí visité la isla del Sol, cruzándola de norte a sur por la cresta de su perfil... una caminata de 4 horas a 4000 constantes metros de altitud....
La cuestión de la altura no me ha afectado en absoluto. Es cierto que me monté en el altiplano peruano ascendiendo progresivamente desde la selva amazónica, pero también es cierto que desde que puse los pies en Cuzco hasta que bajé de nuevo a los solo 2450 metros de San Pedro de Atacama, he pasado casi un mes viviendo a más de 3800 metros de altura. La Paz, por ejemplo, está a 4000 m., y desde allí hasta el lejano sur fronterizo con Chile, el altiplano se eleva aún más hacia el cielo. Así que, no sé porqué motivo, mi organismo se acostumbró rápidamente y no he tenido la necesidad de mascar hojas de coca, el remedio milenario al que se recurre en esas tierras para, además de combatir el mal de altura, aligerar la sensación de frío y reducir la del hambre.
Y después llegó La Paz, una extraña ciudad colgada en las alturas... allí fui al cine y me corté el pelo, mu majico me dejó la mujer..
Y después Sucre, Oruro y Potosí... allí, en la segunda ciudad más alta del mundo tras el Alto, la vecina de arriba de La Paz, visité las terribles minas en las que todavía siguen extrayendo lo que pueden miles de personas que saben que sus días acabarán ahí abajo, en la oscuridad. Esta fue la gran teta de la vaca americana que los españoles exprimieron sin descanso. De este abundante Cerro Rico estuvieron sacando plata sin descanso durante casi cien años, a la par que sus tripas se llenaron de miles de cadáveres de esclavos, muertos por el agotamiento, por los derrumbes o por las armas.
Fue sobrecogedor ver cómo se trabaja en la actualidad... fue triste hablar allí abajo con un padre que trabajaba junto a sus tres hijos, el menor de 16 años, con la resignada tristeza de quien acepta la fatalidad que le ha tocado como vida...

Después llegó el salar de Uyuni...

De aquí no diré nada... no sé...
Desde este indescriptible lugar hasta la laguna verde, en la frontera chilena, hay una ruta de 3 días que transita por esos lugares de los que antes hablaba... son paisajes que no sé explicar, que se ven y se mastican... y las fotos son fotos, son mudas, tienen cuerpo pero no tienen alma, no pueden transmitir lo que se siente... y aquí se siente, de verdad...
La ruta solo la puedes hacer en estos coches... este era mi equipo...
Cuatro judíos buenísima onda y una neozelandesa todavía mejor...
Respecto a los paisajes, un breve resumen..








Lo de los flamencos, por sí solo,  ya es una fiesta...












Y esto ya era Chile, el siempre soñado desierto de Atacama...

Es el lugar más árido del planeta y la sal se ha hecho dueña y señora de todo. Las lagunas que emergen tienen tal concentración que puedes flotar completamente sin hacer ningún esfuerzo..
Y después crucé a Argentina, al maravilloso norte de Jujuy y  Salta, una zona poco conocida pero perturbadora... además del espectacular paisaje, entrar en Argentina supone el reencuentro con los placeres de la mesa y de la conversación... en Cachi, un maravilloso pueblecito salteño, me comí un chivito asado de puro llorar...
Y después me fui a Mendoza y ayer mismo crucé los Andes de nuevo para llegar aquí, a casa de mi amigo Enzo. Me recibió como Dios manda, y junto a sus amigos celebramos el reencuentro hasta altas horas altas...
Así que ahora estaré tranquilito unos días en esta ciudad, preparándome ya para el último tramo del viajecito...
Bueno, niños, lo dicho, a ver si en la siguiente, que será casi la última, os explico con más tiempo cositas finas de la Patagonia... por que ahora la cosa del tiempo está en franco retroceso...

mil besos, lindos y lindas...

martes, 19 de febrero de 2013

PERU BIEN VALE UN PERU




Pues sí, hace tiempo que estuve por estas tierras, pero a pesar de los años, la sensación que experimenté el día que vi por primera vez esta maravilla seguía intacta y sabía que, ante semejante paisaje, la emoción iba a volver a repetirse. Esta es la evidencia del paso del tiempo...



Si os fijáis bien, en la última foto también aparece el Bicho... hay que fijarse bien, obvio...
Al lado de mi gran amigo, en una época en la que éramos bebés, descubrí en este primer gran viaje que las alas que me habían entregado mis pedazo de padres tenía que usarlas, y que, a cambio de pelear un poquito con los miedos, la recompensa se presentaba extraordinaria. El gusto que me dejó aquella experiencia creo que ha sido la simiente para que ahora mismo esté escribiendo desde aquí.
Pasando la página nostálgica, he de decir de nuevo que todo ha cambiado. Incluso la ruta para acceder a la ciudadela inca. Ahora, si no quieres pagar los 300 euros que vale el viaje de 3 horas en tren desde Cuzco, o los 500 euros que cuesta recorrer el camino Inca durante 5 días de caminata, la ruta que se han inventado para los mochileros pobres es larga pero jugosa.
Desde Cuzco, un viaje en furgoneta de 8 horas remontando los valles andinos que acurrucan a la capital inca te permiten comprobar la magnitud de estas montañas. El camino asciende al puerto de Abra Malaga, de 4316 metros, para descender de nuevo a la selva que rodea la central hidroeléctrica de Santa Rosa. Desde allí, 3 horas de caminata a través de la exuberante vegetación te llevan hasta Aguas Calientes, el pueblecito que está a los pies de Machu Picchu apresado entre los muros verdes de los Andes y el ensordecedor y violento Urubamba...


Y allí, en lo que podía ser un idílico lugar pero que la inevitable  masiva afluencia de turistas ha convertido en una contínua sucesión de tiendas, restaurantes y hoteles, se hace noche para poder soñar con lo que te espera al día siguiente. Es obligatorio madrugar y subir de los primeros antes de que llegue el tren de los ricos desde Cuzco y así poder contemplar en relativa soledad esta maravilla...


Y una vez allí, más que intentar comprender algo del todo incomprensible, uno se deja abrazar por el espectacular paisaje y camina, casi anestesiado, por las ruinas que se dejan penetrar y que te obligan a usar la imaginación...









Estar, ver y oler Machu Picchu se convierte en una experiencia impecable. Y creo que dura toda la vida.
¿Y qué decir de Cuzco?
Qosq´o, en quechua, significa el ombligo del mundo, y así la concebían los incas, como centro del universo y capital de su imperio. Cuzco, además, es la ciudad permanentemente poblada más antigua de todo el continente americano, lo cuál quiere decir que aquí la historia ha nacido, ha crecido y se ha multiplicado. Lo que queda ahora, sin dejar de ser espectacular, es lo que los conquistadores construyeron sobre los pocos restos que dejaron en pie. Aquí llegó Pizarro con unos cuantos hombres y unos cuantos caballos y se cepillaron en poco tiempo una cultura milenaria de la que no dejaron prácticamente rastro. Abajo, los muros incas, arriba, lo nuestro...


 A pesar de todo, la arquitectura colonial española tenía un gusto refinado, nada que ver con el arte de los ingleses que ocuparon Norteamérica, y recorrer las calles de Cuzco y su magnífica plaza de Armas es otra experiencia de las que no se olvidan...










No he visitado los yacimientos arqueológicos que rodean a la ciudad, la gran mayoría de los cuales se encuentran en el valle sagrado; ya los conocí en su tiempo y creo que de piedras ya llevo unas cuantas.
De todas las maneras, la auténtica fascinación de estos lugares con una alta presencia indígena se encuentra, igual que en Guatemala, en sus gentes, sus colores, sus miradas...






Y, porqué no decirlo, en lo bien que se come en este país... las alpacas son muy bonitas...





... pero lucen más en un plato, a filetitos, o guisadas... me estoy poniendo morao de alpaca... y los ceviches, otra exquisitez...

Bueno, os había dicho que desde Manaos cogería un barco hasta la frontera de Perú. Mentira. Llegué a Manaos y, a pesar de casi saberlo, a parte del nombre no había nada más que valiera la pena. Lo único interesante fue ir en barco a ver el Encuentro de las Aguas, el lugar donde se juntan las aguas marrones del Amazonas con las oscurísimas del río Negro, una evidente línea divisoria que persiste durante 20 kilómetros hasta que el poderoso marrón del Amazonas engulle a la negritud del Negro... un lugar en el que se aprecia la magnitud de este inmenso río que bien podría ser mar...


Como tenía que esperar 3 días en esa megaurbe varada en medio de la selva a que saliera mi barco, y después 6 días a paso de tortuga cruzando la selva a un precio más elevado de lo que esperaba, hice cálculos y, gracias al consejo de un brasileño de Sao Paolo que estaba en el mismo hostel, compré por 80 euros un vuelo que convirtió esos 10 días en una hora y media sobrevolando la inmensidad verde de la Amazonia hasta Rio Branco. Así que, después de pasar un par de días a orillas del río Acre, entré en Peru definitivamente. Eso sí, sin abandonar la selva. Llegué a Puerto Maldonado y me metí un par de días a las profundidades del Madre de Dios. Hacer una visita a la selva se puede convertir, gracias a tus acompañantes, en algo muy divertido. Yo llegué al lodge en el que me iba a alojar casi oscureciendo...


Esa misma noche íbamos a ir a caimanear, es decir, avistamiento nocturno de caimanes. En el puerto de embarque conocí a los que iban a ser mis compañeros de aventura... por un lado, dos chicas de Lima que se quejaban ostentosamente de que los mosquitos les estaban picando en la cara y temían que les salieran granitos en la frente.. evidentemente les pregunté que por qué no se habían puesto repelente.. me respondieron que sí, que se habían puesto en todo el cuerpo, menos en la cara. Lo curioso es que todo su cuerpo, exepto la cara, estaba enteramente protegido por capas de ropa como si fueran a escalar un 8000, aunque la calor era sofocantemente tropical, como corresponde a la selva amazónica... por otro lado, una pareja de Cádiz, cuyo frío saludo denotaba que quizá sí que nacieron en Cádiz, pero que allí no habían vivido demasiado… sus trazas a la hora de subirse a la barca también los alejaba de lo que se entiende por aventureros.
Hay una cosa que hay que aclarar; dado el incremento del turismo en todo el mundo, cada vez son más necesarios profesionales que ayuden, en sitios inhóspitos tipo selva, a facilitar la visita a las hordas de turistas occidentales que queremos sentirnos un poquito Indiana Jones. Y como muchos profesionales de estos no debe de haber, pues ahora cualquier chaval que haya nacido por allí y sepa diferenciar un cocodrilo de un mono tiene trabajo asegurado como guía. Además cuentan con la complicidad del turista, generalmente un auténtico ignorante en estas cosas de lo salvaje.
Así pues nos montamos en la barca y los dos guías ya empezaron a decirnos que iba a ser muy difícil ver a los caimanes, pero que lo van a intentar.. llevaban dos focos que proyectaban un potente haz de luz.
Nos informaron de que si veíamos alguno, sería de los pequeños, y que de estos había de dos clases, el negro y el marrón... los guías manejaban datos de este tipo:
- Los negros pueden estarse días... (dudaba un poco) ¡o meses! quietos sin moverse...
Y volvía a enfocar con su linterna a la oscuridad.
Una de las limeñas preguntó que donde estaban los caimanes grandes...
-En el agua- contestó el guía.
Y volvía a enfocar con su linterna a la oscuridad.
Juan, el gaditano, preguntó:
-¿En qué se diferensian los negros de los marrones?
-Unos son negros... (silencio)...
-Y omnívoros - apuntó el otro guía -, comen peces, huevos, animales...
-¿Y plantas?- quiso saber una de las chicas...

Los dos guías se miraron y en ese momento decidieron que sí, que a los caimanes también les daba por las margaritas…

Finalmente encontraron un caimán de medio metro más o menos y, muy ágilmente, lo agarraron por el "cuello" y lo subieron a bordo para que nos hiciéramos las anheladas fotos. Las chicas querían tenerlo entre sus manos para parecer más aventureras, pero el guía les avisó que con ese miedo que les traspasaba la ropa tenían que tener mucho cuidado y agarrarlo bien, ya que si se les caía dentro del barco el caimancito intentaría escapar y morder todo lo que hubiera por delante. Yo lo veía venir, obvio. A la inútil no le duró el caimancito entre las manos más de 2 segundos... gritos de desesperación, saltos, desequilibrio de la barca y Mercedes, la gaditana, a punto de caerse al agua... el guía saltó sobre el animalito, lo bloqueó como en las películas y lo tiró al agua para lanzar después a la chica la misma mirada de recriminación con la que todos la estábamos mirando...
En ese momento, casi sin respiro, entró revoloteando en la barca un gorrión de cejas amarillas, según el guía.. dijo que lo agarráramos con cuidado, que venía a la luz y estaba desorientado, pero el pajarito tuvo la fatalidad de acercarse a Mercedes... y ella, dominada ya absolutamente por el miedo, le dio un manotazo que estampó al animalito contra el suelo de la barca. El gorrión quedó medio muerto, era evidente, pero el guía, un profesional, supo ver lo que nosotros no y decidió que podía volver a volar…soltó al gorrión al aire y el pobre pajarito cayó a plomo. Lo alumbraron con la linterna al tiempo justo de poder ver cómo las fauces de un caimán rompían el agua y engullían al gorrión de cejas amarillas de un solo bocado.
Omnívoros, doy fe.
Y aquí me hospedaba y estas eran las herramientas de trabajo en la selva...

 
 Y, entre muchos animales que jamás había visto, destacaría esto... el ave prehistórica le llaman y es espectacular...



Y después, en uno de los viajes más bonitos que he hecho, de la selva me monté en el altiplano andino recorriendo unos paisajes apabullantes que transitaban desde la frondosa selva a la alta montaña, pasando por un puerto de 5100 metros a las faldas del Ausangate, para volver a bajar a la inmensa llanura de las llamas, alpacas y vicuñas. 
Llegó Cuzco, Machu Picchu y ahora estoy en Chivay, la base para visitar el cañón del Colca, el segundo cañón más profundo del mundo solo superado por su vecino, el cañón del Cotohuasi. El del Colca tiene 3191 metros de profundidad y es donde mejor se pueden ver a los cóndores. Pero aún no he llegado. Llevo ya en Chivay 3 días varado... aquí he encontrado una paz y un ritmo muy alejado de los valles repletos de turistas de Cuzco.. 
Toda esta zona está llena de volcanes y eso significa aguas termales... ayer me di un paseo a un pueblo vecino, Yanque...




El volcán que se ve al fondo es el Ampato, que ha entrado un poco en erupción y por las mañanas se ve como sale el humo y se junta con las nubes. Para volver a Chivay seguí el camino que va junto al río Colca, en el que, siguiendo las instrucciones de los amabilísimos lugareños, se encuentran unas cuantas pozas termales naturales...


Y después, en Coporaque, a medio camino, me comí un menu de una sopa indescifrable y de segundo alpaca guisada con zanahoria, guisantes y yuca por 1,5 euros... este era el restaurante y los clientes...


Y después me encontré a esta niña que cuidaba a sus vacas y me dejó que le hiciera una foto...




Y mañana, creo, levantaré el ancla en dirección a Cabanoconde, que es desde donde mejor se ve el precipicio del profundo cañón.
Muchos besos a todos y escribirme, cabrones...



lunes, 4 de febrero de 2013

LA VENEZUELA BUENA.



Pues sí, algo parecido al arco iris, así ha sido este maravilloso viaje a ese mundo perdido en las alturas, oculto entre una nube casi perpetua. Una de las grandes experiencias de este viaje y  uno de los paisajes más extraños que he visto jamás.
Cuando llegué a Venezuela pocas cosas tenía claras acerca de lo que iba a visitar… una segura era los Llanos, un lugar en el que era posible contemplar de cerca a mis adoradas anacondas, y otra plaza que no debía perderme era el salto del Angel, la cascada más alta del mundo, un chorro de agua que se desploma 1 kilómetro desde la cima del Auyantepui y que quizá sea la estampa más famosa del país. Sin embargo, conforme me acercaba, eran varias las señales que me decían que no era el momento de visitarla. Lo primero y más importante es que estamos en la época seca y ahora la catarata se podía reducir, se corría ese riesgo, a un fino hilo de agua. Lo segundo es que Roraima fue apareciendo poco a poco en mi cabeza, cobrando fuerza lentamente a través de lecturas y conversaciones con otros viajeros, hasta que finalmente desbancó al salto del Angel. Por cuestiones de tiempo y dinero no podía (o no quería) visitar los dos lugares, así que finalmente me decidí por hacer el trekking de 6 días a esta extraña montaña en lugar de emplear el mismo dinero y la mitad de tiempo en viajar en avión, y después en barca, para llegar a ese lugar soñado en el que hacerme la famosa foto para regresar después sin haber sudado una gota. Y aquí, en el Roraima, puedo decir que he sudado la gota gorda. Ha sido bastante más duro de lo que esperaba. Pero la dureza de la subida, 1000 metros verticales desde el campo base, bien ha valido la pena...




A la derecha de la foto aparece el Roraima, a la izquierda, el Kukenan, el tepui vecino al que no es posible subir. Todo lo que aparece detrás mío es la gran sabana, un paisaje espectacularmente monótono de praderas, colinas y ríos perfectos... aquí se rodaron varias escenas de Parque Jurásico, aunque es en la cima del tepui donde esperaba la auténtica maravilla...








También ha sido interesante compartir la excursión durante 6 días con varias personas que, por diferentes motivos, se encontraban recorriendo esta parte del mundo. Esta es la foto en la que aparecemos todos los turistas junto al guía y los porteadores...


En la fila de arriba, en los extremos, Francisco y  David, padre e hijo venezolanos bien afincados y con muy buena onda. A mi lado, Stephano y Jasmine, una pareja italiana, de Trieste, con los que realmente estreché lazos de amistad... la prueba de estos lazos siempre es el momento de la despedida, ese instante en el que sientes que  después de haber compartido un tiempo ensamblados, algo se rompe dentro de tí al decir adiós, al despedirte sabiendo que lo más seguro es que jamás vuelvas a ver a esa persona... y cuando es recíproco lo percibes con demasiada claridad porque los ojos nunca engañan... aunque quieran. A la izquierda de Jasmine está Sasa, una eslovena de Bratislava tan seria y formal como corresponde al espíritu frío y agarrotado de aquellas tierras. Y abajo, entre tantas caras indígenas, propiamente pemones, aparece San Mi, una surcoreana con una permanente sonrisa y ese carácter propio de las personas que desean con todo su corazón que el mundo cambie. Sin embargo, la pobre era un manojo de nervios, incapaz de permanecer más de 2 segundos quieta en el mismo lugar... solo decir que por las mañanas se levantaba para hacer yoga y  el primer día regresó a la tienda con las rodillas solladas, con la sangre que le chorreaba hasta los tobillos. Ni qué decir tiene que, a excepción de Román, el guía que aparece de azul justo debajo mío, del resto de los porteadores nunca supimos el nombre, tanto por nuestro propio desinterés como por el suyo.
Y como esta foto la tomamos al descender, aquí falta el personaje más especial del grupo. Era un alemán de nombre impronunciable que prefería que le llamáramos Indi. Después de haber estado viviendo en Venezuela durante 17 años, había adoptado todas las costumbres y la vestimenta típica de la tierra de vaqueros en la que había trabajado para el gobierno en labores de enseñanza de técnicas de agricultura. Ahora mismo vivía, muy a su pesar, en Alemania, donde estaba trabajando para ganar el suficiente dinero con el que comprarse una finca en su país de adopción y retirarse definitivamente de la circulación. Por eso estaba de vacaciones en Venezuela, para enseñarle a la bendita de su novia el lugar en el que, si la relación continuaba, iba a acabar viviendo junto a él. Su novia, Angela, era de esas personas que lo explicaban todo con su cara sin la necesidad de hablar.. podías claramente intuir su pasado y vislumbrar su  futuro. Angela era un trozo de queso blanco e inmaculado, de una sola pieza, una mujer enamorada de Indi, el típico queso de Gruyere atravesado enteramente por betas y agujeros que la vida le había ido excavando. Y no sé porqué pero con esta clase de personas heridas que navegan por el mundo pero que a la vez son incapaces de disimular su bondad aunque lo quieran, con estas perrsonas... siempre conecto.
Hacía justamente diez minutos que nos conocíamos, mientras esperábamos a que llegaran los coches que nos iban a llevar hacia la gran sabana, cuando ya  habíamos hablado de casi todo lo que merece la pena hablar. Así que el buen hombre me eligió para que le comprara, sin que Angela se enterara, una botella de ron con la que combatir el frío que nos esperaba en las alturas del Roraima. Su mirada de súplica era un resumen vital, así que obviamente acepté encantado el encargo con una sonrisa cómplice. Antes de embarcarnos en las dos horas de viaje que nos esperaban cruzando unos paisajes de ensueño, paramos en una licorería a comprar lo necesario, a juicio de cada cuál. 
El juicio fue el siguiente:
Indi, para demostrar la, quizá, exigida docilidad por Angela, compró agua y chocolatinas mientras no dejaba de mirarme de reojo relamiéndose internamente al ver que yo compraba, dejándome llevar por mi propio juicio, la botella más grande de ron que vendían en la tienda... había decidido en ese momento unirme en las solitarias noches que nos esperaban a ese espléndido ritual que tantas almas ha unido a lo largo de los tiempos. Y tanto Indi como Stephano, dejándome guiar por mi intuición cada vez más utilizada, apuntaban muy alto. No me equivoqué.
Stephano,  con una relación más consolidada y, sobre todo, más sincera, se compró a título personal la misma botella de ron mientras Jasmine mostraba esa perspicaz mirada de las mujeres seguras de saber que su hombre practica solamente lo permitido, lo que marcan sus propias reglas.
Sasa, la sosa, compró lo que le correspondía, todo alejado del pecado.
Francisco y David, conformando una de esas parejas envidiadas y cómplices tan raras de ver que unen a padre e hijo, se compraron su correspondiente ración de calor embotellado.
Y Sam Mi, la gran sorpresa, decidió que una sola botella no era suficiente, así que añadió a la de ron otra de ponche crema que, en días posteriores,  tuvimos ocasión de comprobar que resultaba imbebible.
Así  que todos contentos nos fuimos para allá dentro... la primera jornada, solamente 4 horas de caminata, ya dejó claro lo que se intuía a primera vista... casi todos habíamos practicado deporte en nuestra vida con cierta asiduidad... excepto Indi. A su lado derecho, bandolera en ristre, iba calmando la sed con un par de botellas en las que, en teoría,  trasportaba bebidas energéticas, pero que, en realidad, resultaban ser un camuflaje perfecto para el ron que él ya llevaba de antemano escondido en su mochila. La explicación que le pedí por haberme hecho comprar otra botella fue que, viéndome, pensó que yo también tomaría y que con lo que él llevaba no había suficiente. En fin, una buena persona. El problema era que, entre trago y trago, al pobre el cuerpo le pedía fumar un cigarrillo tras otro, así que su ritmo era un tanto especial. Eso sí, la bendita Angela siempre a su lado, allá atrás.
La primera noche fue de comunión y todos nos dimos a conocer sin reservas a excepción de Sasa, quizá porque su aburrido silencio lo decía todo. Esa noche, bajo un cielo encendido por los millones de estrellas que nos alumbraban en medio de aquel desierto verde, Stephano, con su rotundo aunque entendible italiano, Indi, con su precario pero certero español y yo, con mi castellano "arronado", nos hicimos amigos. Cierto es que, más que con las palabras, nos entendíamos con las miradas.
Al día siguiente la caminata se presentaba aún más dura. Eran 6 horas de subida hasta el campamento base, situado bajo los casi mil metros de pared vertical que nos separaban de ese otro mundo colgado allá arriba. Indi colapsó en la primera hora de marcha. Me lo dijo el guía cuando me alcanzó mientras descansaba contemplando a mis pies la verde sabana.  Uno de los porteadores acompañó a la pareja de vuelta y, en teoría, le iban a devolver el dinero. No me pude despedir de él ni guardar ningún tipo de contacto. Dios lo guarde en la gloria.
En días posteriores, cuando la confianza comienza a emerger y las lenguas cobran vida propia, fueron varias las voces que lo criticaron por su inconsciencia e irresponsabilidad, incluso llovieron acusaciones de alcoholismo, tabaquismo, voyeurismo y cualquier tipo de ismo que lo despeñara en el precipicio...
Yo, que he tenido un bar, puedo asegurar que Indi no tenía, actualmente, ningún problema. Solamente que era alemán y eso, con un alma libre, es incompatible. En este viaje he conocido a muchos que quieren borrarse y por lo visto cuesta mucho trabajo.
Así que el alemán de sombrero vaquero desapareció de la aventura dejando, para algunos, un hilo de misterio acerca de sus motivos. Pero quedaba Stephano. Y quedaba la gran maravilla que nos rodeaba a diario.

Dejando esta historia donde está, en "misadentros", no hemos de olvidar que Venezuela es esto...


... Chávez omnipresente y omnipotente, incluso ahora que está con un pie aquí y otro... en Cuba.Y el pueblo, o buena parte de él, responde así...


No voy a hablar aquí de pseudopolítica, ni a criticar lo que por estos días estoy leyendo que también sucede (y siempre ha sucedido) en España, con todas las cositas que se están destapando de todos nuestros queridos políticos, pero he comprobado que una cosa es lo que, en esta clase de países, una persona está obligada a decir y otra lo que piensa. Lo más loco de este país es lo que sucede con el dinero.
La cosa, resumida y con las limitaciones impuestas por mis nulos conocimentos económicos, es que hace diez años más o menos, cuando las expropiaciones de Chávez comenzaban a "confiscar" todas las empresas que funcionaban y que, consecuentemente, generaban las primeras fugas de capital de los ricos que temían por sus intereses, el señor Chávez prohibió la compra de dólares (con un máximo de 3000) para evitar la evasión del dinero de la clase alta venezolana. Así, el que quería comprar dólares, una manera segura de mantener intactos los ahorros, tenía que recurrir al mercado negro, donde se conseguían mucho más caros, pero se conseguían. El bolívar fuerte, como se llama la moneda nacional, se mantiene artificialmente a un cambio alto respecto al dólar (para evitar precisamente su compra), mientras que en el mercado negro, ávido de dólares, el cambio es cuatro veces superior. Esto significa que si llegas a Venezuela con dólares y los cambias por bolívares en el mercado negro, una comida normal te costará unos 5 euros mientras que si la pagas con el cambio oficial o con la tarjeta de crédito, te costará 25 euros.
Como ya me habían avisado antes de entrar en Venezuela, en la frontera colombiana de Maicao, ese gran centro de contrabando de armas y de gasolina barata venezolana, me pertreché de suficientes pesos colombianos para cambiarlos por bolívares. A mi llegada a Mérida, encajada en un angosto valle andino con unos impresionantes picos dentados, pude poner en práctica esta teoría, no sin dejar de sorprenderme por la ilógica de la vaina. El tour que contraté para recorrer los Llanos, una inmensa llanura llena de vida salvaje que ocupa el 40 % del territorio, me pedían 2100 bolívares. Si lo pagaba con la tarjeta o con dinero extraído de un cajero, suponía que el tour de 4 días me costaba unos 400 euros, pero si lo pagaba en metálico con dinero al tipo de cambio del mercado negro, me costaba 120 euros. De cualquier forma, sabiendo de la locura propia del sistema, las agencias han ideado un tercer método para evitar que el turista tenga que ir cargado de dinero. Muchas tienen una cuenta en Suiza donde depositas la cantidad al cambio del mercado negro más un poquito y asunto arreglado. Así que yo llamé a mi gran madre y al día siguiente la pobre mujer fue a realizar el primer ingreso de su vida en una cuenta suiza. Por lo visto, le metieron el miedo en el cuerpo acusándola de evasión de capital, pero ella, rebelde con causa, se saltó la ley para complacer a su hijo. Gracias, madre. Gracias a ti he podido ver a mi primera anaconda salvaje. Y esto es lo que le pasó a Liam, un confiado inglés que no comprendió que a ese bicho de casi 3 metros no le gustan las caricias...



Las risas, más que de alegría, son de angustia.... después el animal se alejó tranquilamente, supongo que todavía preguntándose de dónde coño había salido tanto gilipollas. En los Llanos es el lugar en el que, hasta ahora, más animales salvajes salvajísimos he visto en toda mi vida. Esto son capibaras, una especie de rata gigante, se ven a cientos...


Esto son caimanes, para el que no lo sepa; se ven a miles...


Esto son pájaros, se ven a millones...



Y esto son búhos chicos, son muy pequeños y se ven dos...


Con esta otra gran familia compartí los 4 días que estuve en aquella planície verde sin límites...



Dos ingleses, dos alemanes, un italiano y  uno mismo. Montamos a caballo, recorrimos lo salvaje a bordo de un 4 por 4 y por las noches hablamos del pasado y del futuro, porque el presente lo estábamos viviendo.

Ahora estoy en Santa Elena de Uairén, a 15 kilómetros de la frontera con Brasil. Mañana mismo me voy a Manaos, la capital de la Amazonía brasileña, uno de esos lúgares que siempre he deseado pisar a causa de su nombre. Allí cogeré un barco que remonta todo el río Madeira durante 5 días cruzando la selva hasta Río Branco, el rincón brasileño que acaricia la frontera peruana de Madre de Dios, la jungla que da paso de nuevo a los Andes peruanos. Allí me espera de nuevo el gran Cuzco y su Machu Picchu soñado una y otra vez.
No os preocupéis por mí, de verdad. Estoy divinamente.



Mil besos gordos.

jueves, 17 de enero de 2013

LA COLOMBIA DURMIENTE

Difícil es intentar explicar lo vivido en este país sin que, en todo lo que se me ocurre, aparezcan por medio estas personas....


Son Gonzalo Milone, Carlitos Stefanuto, Andrés Ciliberti y Franco Muscariello, cuatro amigos con nombre, apellido, actitud y espíritu mafioso, hijos de la gran mezcla que se produjo entre la emigración española e italiana que llenó la Argentina de esta clase de especímenes tan curiosos, tan atractivos. Con ellos llevo ya 20 días de viaje conjunto. Con ellos he vivido la deliciosa sensación de lo que supone viajar con amigos. Me han hecho sentirme como en casa, como si viajara con los míos. Contar lo que he vivido con ellos es una tarea para la que ahora mismo no me siento preparado, pero puedo decir que he aprendido varias cosas importantes de las que ya creía saber bastante y, una vez más, ellos me han dado una nueva lección.
Después del gran drama que supuso el robo en Costa rica, la lectura postiva de aquél suceso es que si no hubiera sucedido, no los hubiera conocido. Así que también se confirma eso de que no hay mal que por bien no venga.
Nos conocimos en el hostel de Medellín, justo dos días antes de que el año 2012 se acabara. Decidí quedarme allí para pasar la Nochevieja, el ambiente que se había creado era muy interesante. Los argentinos se encargaron de preparar un delicioso asado y, esa misma noche, cuando los ojos comenzaron a brillar, me otorgaron el título honorífico de "El quinto elemento", diciéndome de esta poética manera que me abrían mucho los brazos y un poco el corazón. Ellos estaban de vacaciones por un mes en Colombia y su ruta coincidía plenamente con la mía, así que no había más que hablar.
Medellín es la capital de Antioquia y es famosa por varios motivos entre los que se encuentran sus hijos más ilustres. Botero, quien hizo de la opulencia todo un arte...



... a la vez que escribía poesía. Esta obra, "Pensamiento", responde ineludiblemente a la experiencia de un hombre al pasear por una ciudad en la que la belleza de sus mujeres te ciega constantemente. Colombia tiene la fama de poseer las mujeres más bellas de América, y Medellín ocupa el podio. Doy fe de que es cierto.
Lejos de ese esplendor, la parte oscura de Medellín está representada por las extensas barriadas (tipo favelas) que crecen en las faldas de las montañas que la rodean...


La ciudad ha experimentado en los últimos años un crecimiento económico espectacular, paralelo a la relativa aunque pregonada destrucción del narcotráfico que convirtió a Medellín en la capital mundial de la cocaína. Su otro gran hijo ilustre, Pablo Escobar, murió tiroteado en estos tejados y en este inmenso nido alimentaba a base de blancos dólares todo un ejército que trabajaba para él como si de una religión se tratase. De la misma manera que sucedía en México con el Chapo Guzmán, este personaje acarrea todavía una mística que se comprende fácilmente cando conversas con la gente que vivió aquellos tiempos. En la época dura, cuando se declaró la guerra abierta contra el gobierno colombiano, Escobar pagaba a sus sicarios 1.000 dólares por cada policía que mataran, a la vez que destinaba grandes sumas de dinero para mejorar la vida de tantos miles de personas que estaban condenados de por vida a la pobreza. Yihani, un tipo que conocí, me contó que por aquél entonces cualquiera que supiera manejar bien una moto tenía trabajo asegurado. Todos sus amigos murieron y él, que llegó a jugar un partido de fútbol con Escobar, se alejó del lado oscuro justo a tiempo. Las historias acerca de este personaje son interminables, pero lo que ha quedado de todo aquello, aparte de una reverencia sutil cada vez que se menciona su nombre, es que su hermano aprovecha el tirón del apellido para ganarse la vida. Roberto Escobar, el Osito, recibe en su casa a cualquier turista que quiera tomarse unas fotos con él y, a cambio de 30 dólares, les cuenta pasajes de los años turbulentos y les enseña pertenencias de su hermano, como las ostentosas chaquetas que lucía o la última Harley Davidson que condujo. Esto, para los medillenses, obviamente, supone toda una herejía que conjuran con una mirada de desprecio hacia cualquiera que insinúe participar de tal circo.
Y como la ciudad, teóricamente, ahora está pacificada y nada en la abundancia, han construído un teleférico que comunica la planicie rica con la pobreza que se acumula en las alturas, dándote la oportunidad de visitar esos peligrosos barrios con la seguridad de volver sano y salvo...



Y después llegó Cartagena de Indias. El norte, el Caribe. Aquí, como en toda la costa centroamericana, la vida cotidiana lleva su propia velocidad. Creo que  esta foto es un resumen claro y objetivo de la manera con la que en estas tierras se afronta el paso del tiempo...




Cartagena es una de esas maravillas coloniales que dejaron los españoles como herencia y que actualmente se disfruta paseando por sus calles y plazas una y otra vez...




Como la ciudad estaba enteramente ocupada por todos los argentinos que disfrutaban de su mes de vacaciones, nos fuimos en barca a isla Barú para pasar allí un par de días viviendo como Robinson Crusoe, acampados en una paradisiaca isla con la comodidad de dormir en la tienda que llevan en su viaje los 4 magníficos....


... frente a la puerta de la tienda, este era el paisaje...



Fueron 2 días tipo "pureta de verano" en los que comimos pescado comprado a los pescadores y asado al fuego de la hoguera que nos acompañaba cada noche...
Además de los cuatro argentinos, en el viaje desde Medellín también nos acompañan Lorena, una argentina de Córdoba que también viaja sola y Abdu, bautizado por los argentinos como Manchula, el parisino que me acompañó en la travesía desde Panamá, quien viendo la manera en la que nos alimentamos ha decidido seguirnos vayamos donde vayamos.



Y, tras visitar Cartagena y aprender a bailar mínimamente salsa, nos fuimos al parque nacional Tayrona, un lugar para el que no tengo palabras. Jamás había visto unas playas así...









Aquí también hemos pasado 5 días tipo Robinson Crusoe, durmiendo en hamacas colgadas bajo las palmeras, haciendo caminatas por la selva que se vuelca sobre estas aguas turquesas y devorando las sierras y los pargos que caían en nuestras manos, los peces que nadan por este mar.
Esto ha sido real...



Ahora estamos de nuevo en Taganga, sede oficial de los mochileros marihuaneros que deambulan por estas tierras sin saber muy bien hacia donde sopla su viento. Mañana nos vamos hacia La Guajira, el desierto que ocupa el extremo de la península del mismo nombre, un paisaje seco regado por el mismo mar azul y que parece ser un destino poco visitado...
Desde allí ya me despediré de esta familia con destino a Venezuela, sabiendo, eso sí, que nos reencontraremos en Buenos Aires, donde ya me han preparado un tour que según mis estimaciones me ocuparía un mes más o menos. Ya les he dicho que como mucho podré estar una semana. Su respuesta ha sido que si es así no vaya.
Es cierto que cuando viajaba a solas disponía de más tiempo y más energía para escribir contando lo vivido... ahora que estoy con ellos, el cuerpo me pide disfrutar más de  la compañía, sabiendo además que en breve vuelvo a la danza solitaria... así que el que perciba este escrito como algo descafeinado, está en lo cierto... aunque volveré.

Mil besos renovados...